martes, 17 de mayo de 2011

"Sueño que te sueño..."

Hoy me desperté segura de que tenía seis años, ocho como máximo.
Fue difícil sacarme esa sensación del cuerpo y la sonrisa de la cara. Me costó una ducha larga y dos cafés. Convencida de que a los ocho años no me gustaba para nada el café (ni siquiera con leche) decidí que todo lo que sentía era lo que me había dejado el sueño de anoche (despertarme en un cuarto que no es 'mio' a quien-sabe-cuantos-km de mi casa tampoco fue una pista).


Anoche soñé que estaba en casa de mi abuela. Bueno, en realidad en la de mi bisabuela pero todos sus nietos y bisnietos la llamabamos igual: 'Abuela Celia'. No se si la regla se aplicaba y ella consentía más a sus bisnietos que a sus nietos, pero dado que para sus nietos fue como una mamá más, asumo que  con nosotros definitivamente fue un abuela y nos consentía tanto como ella sentía que debía hacerlo. 


Cuando era chica y quería estar con mi Abuela Celia, simplemente me auto-invitaba a su cocina y ahi era donde horas después nos ibas a encontrar. Ella cocinaba y yo me sentaba en una de las tantas sillas que había y la miraba. Solíamos charlar tanto como tardaba en cocinarse lo que preparaba y recuerdo preguntarle una y mil veces por la mismas historias, por las mismas recetas y por los mismos recuerdos. Y ella me los volvía a contar sin perder la paciencia. 


Mi Abuela Celia no era como las demás bisabuelas, arrugadas, gruñonas y aburridas. Era arrugada, gruñona y con muchísimo carácter, pero jamás aburrida. Solía tomar nota de los chistes que escuchaba en la tele para después contarlos en las reuniones familiares; guardaba caramelos de dulce de leche en una caramelera en la mesita de luz que ella decía que 'desaparecían misteriosamente' cada vez que ibamos a visitarla con mi prima; nos rogaba que la acompañaramos a comprar pan sólo para poder presentarnos orgullosamente a cada vecino que nos encontrabamos en el camino y más que nada en el mundo, odiaba estar sola. Supongo que lo que más le molestaba de estar sola era no tener con quien hablar...siempre tenía algo de que hablar.


Tuvo dos hijas tan distintas la una de la otra que si no fuera porque llevan el mismo apellido no creeríamos que son hermanas. Crecí escuchando las historias de las diabluras que mi Tía abuela hizo cuando era chica y de como mi Abuela intentaba arreglar todo lo que su hermana hacía. Por alguna razón, mi abuela siempre encuentra algo por lo que preocuparse y mi tía abuela simplemente encuentra la manera de no preocuparse por casi nada, razón suficiente para que siempre haya un desacuerdo entre ambas. De chica verlas discutir me parecía de lo más divertido. Probablemente se debía a que las discuciones empezaban por cosas tan mínimas e insólitas que hasta a esa edad me resultaba ridículo el problema.


Es muy difícil explicarle a alguien que no conoce a mi familia porqué después de soñar lo que soñé, me desperté sintiendome tan alegre. Tal vez lo logren entender:


En mi sueño estoy sentada en la cocina de mi Abuela Celia comiendo tortas fritas calientes mientras miro el programa especial que Mirtha Legrand hace todos los veranos desde Mar del Plata. A mis espaldas, mi bisabuela corre de una punta a la otra de la cocina. Tiene los brazos llenos de harina hasta los codos e incluso algunas partes de la cara y el marco de los anteojos. El color de la mesada casi no se puede distinguir porque está cubierta de tortas fritas sin freír que esperan sumarse a la montaña que ya está lista.


Dando vueltas entre la cocina y el comedor están mi abuela y mi tía abuela. Cada dos minutos una pasa con una pila de platos o cubiertos o vasos o servilletas...o algo. Yo no les presto mucha atención, porque estoy concentrada en no quemarme la lengua con la torta frita pero tampoco quiero esperar demasiado para comerla. Ese es mi problema, sólo ese. 
Mi Abuela, que pasa por la cocina con una pila de platos,  apoya un mate en frente mío mientras murmura apurada que el agua está casi fría "como te gusta a vos, asique tomá sin miedo" y desaparece en el comedor.


Cuando me empiezo a despertar, en el sueño mi Abuela y mi Tía Abuela discuten sobre los cubiertos y como organizar la mesa para el asado. Mi Bisabuela resopla mientras las escucha, se limpia las manos en el delantal y se apura para meterse en la conversación. En la mesa de la cocina, yo me termino mi torta frita caliente y mi mate frío riendome de lo familiar que me resulta toda la situación, como si ya la hubiera vivido mil veces.



2 comentarios:

  1. ajjaja se me cayeron algunas lágrimas!
    Que bien describiste todo, fue como volver a vivir todo eso, me diste muchas sonrisas agridulces. Se la extraña a esa vieja arrugada pero divertida jaja! Sentí propio el sueño jaja, que lindo tami !

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