A veces no se bien que es lo que me pasa. ¡Que declaración original! Supongo que todos alguna vez se sienten así, pero eso no deja de hacer la situación una cagada.
¿Cómo explicar lo que siento? Es la indecisión total, el aburrimiento del mundo concentrado en un solo ser, la inmovilidad representada como un estado saludable, la nada personificada. Eso, la nada, la nada misma.
Pueden ser horas, días, semanas. Con suerte, el tiempo que dura es mínimo y el resultado es indoloro. Sin ella, es más complicado.¿Qué genera este sentimiento? ¿Qué lo desencadena?
Tal vez debería empezar a ir al psicólogo. No es la primera vez que me lo planteo, aunque siempre encuentro argumentos factibles para sacarme la idea de encima. Hoy no tengo muchos, la verdad. A veces, el ingenio me traiciona (¿O me ayuda sin que me de cuenta?). Esto me hace pensar en el poder del inconsiente. El inconsiente-consiente, diría yo. ¿Dónde se entrecruzan? ¿Hasta que punto existe el uno sin el otro? ¿Quién es capaz de afirmar que yo no soy consiente de mi inconsiente? Si tengo que ser sincera, debo admitir que hay gran parte de mi que prefiero ocultar en mi inconsiente. ¿Cobarde? ¡Sí, diganme algo que no sepa!
¿A dónde estaba intentado llegar con ésto? Ya me olvidé. Ah, no...la idea era escribir sin filtros ni tabués, lograr mi adorada verborragia catárquica. Me arriesgo a decir que no estoy tan lejos de mi meta. Tal vez, (¡Ojalá!), este gasto de papel y birome (ahora gasto de tiempo en tipeo) no sea en vano y tanta palabra escrita sin pensar le de algo de sentido productivo a mi tarde.
Mejor no digo nada más. No, mejor sigo así, escribiendo sin repasar en mi mente cada bendita frase que va a terminar decorando los renglones. ¡Es tan lindo escribir sin redactar, hablar sin pensar! Es como correr con los ojos cerrados, sinitiendo como tus pies chocan contra el suelo, como el sol te calienta la piel y como el viento te arremolina el pelo. ¡Cuántos lugares comunes en una sola oración! Y sin embargo no me importa, todos y cada uno explican exactamente esa sensación de acotada libertad.
¿Será que ésta nada misma que me invade llega cuando mi capacidad de pensar me sobrepasa? Ojo, puede que sea una respesta a mi overload-mental.
Uf. Creo que mejor tengo que ir al psicólogo...aunque, pensandolo bien la humanidad sobrevivió tantos años sin diván ni analista que qué puede hacerle un loco más al mundo. Creo que prefiero mi "terapia" de carbohidratos y comedias-románticas con final feliz. O, como ahora, mi mate con bizcochitos de grasa.